Daniela Lince, creadora de Amor-Acuyá. Foto: Redes

Daniela Lince: «Mi objetivo es innovar y ofrecer una experiencia única; queremos seguir llevando un pedazo de Colombia al mundo»

En el corazón de Medellín, Antioquia, un pequeño negocio que comenzó con una máquina de helados importada de China ha crecido hasta convertirse en un referente mundial. Daniela Lince, creadora de Amor-Acuyá, la heladería que lleva el nombre de uno de sus helados más emblemáticos, ha logrado posicionar su marca entre las mejores del mundo, un hito que parece haberse dado casi por accidente, pero que refleja años de trabajo, pasión, disciplina y dedicación.

La historia de Amor-Acuyá comienza de manera inesperada, como muchas grandes ideas. A sus 14 años, Daniela acompañó a su padre, un empresario del sector gastronómico, a una feria en Bogotá, la capital de Colombia, donde descubrió el fascinante mundo de la heladería. Aunque en ese entonces no imaginaba que se convertiría en su vocación, esa experiencia plantó la semilla de lo que más tarde sería su gran proyecto. “Cuando vi lo que costaba una máquina para hacer helados, nunca imaginé que podría llegar a tener la mía. Pero con el tiempo todo cambió”, recuerda Daniela con una sonrisa.

En 2011, el sueño comenzó a tomar forma cuando lograron conseguir una máquina china y la llevaron al garaje de su casa. Allí, entre ensayos y con conocimientos limitados, la familia Lince comenzó a experimentar y a crear sus primeros sabores de helados. El negocio, inicialmente llamado Dolce Gelato, se estableció en el barrio Buenos Aires de la ciudad de Medellín, donde con un par de vitrinas y un puñado de sabores, lograron cautivar a los primeros clientes.

Lo que siguió fue un proceso de crecimiento sostenido, tanto personal como empresarial. Daniela, decidida a perfeccionar sus conocimientos, estudió ingeniería de alimentos en la Universidad de La Salle, mientras ayudaba a su padre con el negocio. Fue en esos años cuando su pasión por los helados tomó fuerza y cuando, en el segundo semestre de su carrera, su papá la invitó a tomar un curso especializado en Bogotá, donde conoció a un maestro de la famosa Carpigiani Gelato University de Italia. “Ese curso cambió mi vida. Cuando volví a Colombia, supe que tenía que participar en el Gelato Festival World Masters”, relata Daniela, convencida de que su destino estaba ligado al helado artesanal.

En 2016, con apenas 20 años, Daniela se presentó al concurso, y su helado Amor-Acuyá, una fusión de maracuyá y chocolate al 65%, sorprendió a los jueces. El nombre del helado surgió de una conversación con su amigo David Sierra, quien sugirió una mezcla entre el amor representado por el chocolate y la diversidad de frutas colombianas, como el maracuyá. Fue ese helado el que le permitió ganar el reconocimiento como el mejor de América en el concurso global y abrir puertas a nivel internacional.

Lo que comenzó como un sueño local pasó a ser un éxito global. A partir de 2017, Amor-Acuyá comenzó a profesionalizarse y expandirse. Daniela entendió que no solo debía crear sabores excepcionales, sino también un modelo de negocio que pudiera mantener la calidad de sus productos. Abrió nuevos locales en Medellín, incluyendo laboratorios de creación donde cada día se producen helados frescos para sus clientes. La marca pasó de llamarse Dolce Gelato a Amor-Acuyá, reflejando su evolución y la pasión detrás de cada sabor.

Para 2024, la heladería había alcanzado más de 4.000 millones de pesos en facturación, vendiendo más de 30.000 kilos de helado al mes solo en Medellín. Además, la marca se prepara para dar un paso más al incursionar en el nuevo parque Epic de Universal en Estados Unidos, lo que significa una expansión internacional sin precedentes.

Hoy, con tres locales en Medellín y una presencia en los rankings internacionales, Amor-Acuyá no solo es reconocida como la heladería más premiada de Colombia, sino también una de las mejores del mundo. Sin embargo, para Daniela Lince, el éxito no se mide solo en números. “Todo lo que hemos logrado es resultado de un proceso largo, de mucha dedicación y amor por lo que hacemos. Si hay algo que siempre me ha guiado es el amor por el helado, por la calidad y por la innovación. El dinero nunca fue mi motivación, sino el deseo de crear algo único que representara a Colombia”, afirma con humildad.

El futuro de Amor-Acuyá se ve prometedor, pero para Daniela, la clave sigue siendo el mismo principio que la llevó a comenzar: el proceso. “Aún estoy aprendiendo, y mi objetivo siempre será seguir innovando y ofreciendo helados frescos, que sean una experiencia única para nuestros clientes. Queremos seguir llevando un pedazo de Colombia al mundo”, concluye. Y con esa visión, Daniela sigue marcando la pauta en el mundo de la heladería.