En las montañas y llanuras de los departamentos del Meta y Cundinamarca, donde hace unos años se respiraba incertidumbre y conflicto, hoy florecen cafetales que no solo huelen a esperanza, sino que están conquistando mercados internacionales. Ce Fa, una iniciativa que apuesta por la agroecología, el relevo generacional y la soberanía alimentaria, ha logrado convertir al café y el cacao en símbolos de resiliencia, sostenibilidad y desarrollo para las comunidades rurales. Stornia, habló con David Leonardo Beltrán Morales, Comunicador Social y Periodista, Esp. en Gestión de Proyectos y uno de los voceros de Ce Fa, sobre cómo cultivar el suelo se ha vuelto un acto de paz y cómo el mundo empieza a saborear el fruto de una Colombia que decidió sembrar vida.
¿Cuál es el principal propósito de Ce Fa y cómo han logrado conectar la producción agrícola con el desarrollo territorial y la paz en regiones como La Macarena?
Nuestra misión ha sido clara desde el principio, transformar el campo colombiano mediante la agroecología y la soberanía alimentaria. En zonas como La Macarena, donde el conflicto dejó cicatrices profundas, cultivar el suelo se ha vuelto un acto de reconstrucción social. Gracias a programas del Estado y organizaciones aliadas desde la firma del acuerdo de paz en 2016, hemos logrado impulsar la producción de café y cacao como motores de una bonanza ambiental y socioeconómica para campesinos y mujeres rurales.
¿Qué rol ha jugado el café en esa transformación y qué tipo de impacto ha tenido en la economía local?
El café ha sido más que un cultivo, ha sido una herramienta para regenerar el tejido social y ambiental. Al reemplazar cultivos ilícitos por café y cacao, hemos promovido la economía legal, protegido los bosques y ofrecido una alternativa digna y rentable para las familias rurales. Hoy, gracias a prácticas agroecológicas, estamos exportando café producido de forma limpia y sostenible, y eso ha abierto nuevas oportunidades de comercio internacional.
Hablando de exportación, ¿qué tan competitivo es el café colombiano cultivado en zonas como el Meta y Cundinamarca frente a los mercados internacionales?
Nuestro café no solo es competitivo, sino que es altamente valorado por su calidad, trazabilidad y origen. Al aplicar modelos de siembra regenerativa y prácticas agroforestales, estamos ofreciendo un producto premium, con valor agregado en sostenibilidad. Esta diferenciación ha captado la atención de compradores internacionales que buscan más que un buen sabor, quieren impacto social y ambiental. Eso nos ha permitido entrar a nichos especializados del mercado europeo y norteamericano.
¿Qué papel juega el relevo generacional en este modelo de desarrollo rural que ustedes promueven?
Es fundamental. Sin jóvenes en el campo, no hay futuro para la agricultura. Por eso, incentivamos a las nuevas generaciones a ver el agro no como un castigo, sino como una oportunidad profesional. Les enseñamos sobre agroecología, emprendimiento, y les mostramos que cultivar café o cacao de forma sostenible puede generar ingresos, proteger el territorio y ser una forma de servir a la patria. Como decía un mayor del Ejército que nos acompañó en esta misión: “cultivar es servir”.
¿Qué recomendaciones hacen frente al futuro del agro colombiano, especialmente en territorios afectados por la violencia y la deforestación?
Primero, desminar los territorios es clave. Sin seguridad no puede haber desarrollo. Segundo, aplicar modelos de agricultura regenerativa y agroforestal en zonas sensibles como los bordes de la Amazonía es una urgencia. El ejemplo de La Macarena muestra que sí es posible proteger la biodiversidad mientras se produce. Por eso, creemos que este modelo debería ser visible en espacios como la COP16, es un referente de cómo se puede sembrar paz, bosque y futuro al mismo tiempo.
Finalmente, ¿qué le diría al mundo sobre el café colombiano y su potencial como símbolo de esperanza y resiliencia?
Que cada taza de café colombiano que llega a sus manos puede contar una historia de transformación. No es solo aroma y sabor, es territorio, familia, y resistencia. Es la historia de un país que, en medio de la adversidad, ha decidido volver a sembrar vida. Y eso, sin duda, también es exportable.