Luis Ortiz: “No podemos esperar de manera idílica que la tecnología en la educación cumpla con los anhelos y aspiraciones”

En un mundo cada vez más digitalizado, el rol del sistema educativo enfrenta desafíos sin precedentes. Luis Ortiz, sociólogo y doctor en Sociología por la École de Hautes Études en Sciences Sociales de París, con postdoctorado en The New School For Social Research de Nueva York, analizó las prioridades de la educación en la globalización y el impacto de la tecnología en el aprendizaje.

Históricamente, el sistema educativo ha sido el principal agente de transmisión de conocimientos y habilidades. Sin embargo, Ortiz subraya que este rol ha cambiado drásticamente con el avance de la tecnología digital, la inteligencia artificial y los nuevos métodos de formación enfocados en el mundo laboral. Estos procesos han dado lugar a lo que denomina “tecno-ósmosis”, un fenómeno en el que las herramientas digitales optimizan el aprendizaje, pero reducen la capacidad reflexiva y crítica de los individuos.

A pesar de estos cambios, Ortiz sostiene que la educación sigue siendo irreemplazable en un aspecto fundamental: la socialización cívica y ciudadana. La escuela, más allá de impartir conocimientos, juega un papel esencial en la formación de ciudadanos que aprenden a interactuar, compartir reglas y resolver diferencias dentro de una comunidad. “El espacio escolar compartido condiciona institucionalmente a compartir reglas de interacción que pueden derivar en prácticas democráticas”, destaca el especialista.

¿Es la tecnología una solución para la educación?

Si bien la tecnología ha revolucionado la educación, Ortiz advierte que no se debe caer en un optimismo ingenuo respecto a su impacto. La brecha digital es un factor determinante en la desigualdad educativa. Mientras algunos sectores de la sociedad tienen acceso a herramientas digitales avanzadas, otros quedan excluidos del conocimiento y sus beneficios. “La desigualdad afecta marcadamente a los sectores desfavorecidos, que además de no acceder a la educación tecnológica, son relegados tempranamente de la experiencia de convivencia que fortalece la democracia”, explica.

En este sentido, Ortiz enfatiza que no se puede delegar exclusivamente en la educación la tarea de resolver los problemas estructurales de la sociedad. Para que la educación pueda cumplir su rol en la formación de ciudadanos y en el desarrollo económico, es fundamental reducir la desigualdad social y garantizar condiciones equitativas de acceso al conocimiento.

“Esperar, de manera idílica, de la tecnología en la educación cumpla los anhelos y aspiraciones de una sociedad que renuncia a sus compromisos éticos y ciudadanos, es la condición para la desilusión respecto del sistema educativo cuyo fin es contribuir al logro del proyecto de desarrollo económico y de un Estado democrático, pero no volverse su demiurgo. No puede esperarse que la educación sea el único vector de desarrollo y de democracia. Debe proveérsele de las condiciones de su desenvolvimiento, empezando por más igualdad social”, señala.

ESTADO DE LA EDUCACIÓN

Luis Ortiza señala que el sistema educativo paraguayo enfrenta actualmente un panorama crítico, caracterizado por una estructura institucional debilitada y un desempeño académico rezagado. Esta situación responde a un fenómeno conocido como “path dependency” o dependencia del camino recorrido, que limita las posibilidades de transformación debido al peso de su historia. El deterioro de la educación en el país es, en gran medida, consecuencia de una prolongada negligencia y falta de compromiso del poder público para fortalecerla.

Sin embargo, indica que esto no significa que el sistema sea irremediable. Cualquier cambio debe partir de un reconocimiento profundo de sus raíces, pues ignorar las causas que lo han llevado a este estado solo perpetuará su estancamiento. “La educación paraguaya enfrenta serios desafíos, como la dificultad para retener a los estudiantes dentro del sistema, donde la pobreza y la vulnerabilidad socioeconómica condicionan la continuidad escolar, especialmente en la adolescencia”, sostiene, agregando que la calidad de la enseñanza también es una preocupación, ya que el sistema no garantiza el aprendizaje de conocimientos y competencias esenciales para la trayectoria laboral futura. Además, las deficiencias en infraestructura y cobertura territorial, sumadas a una gestión desorganizada y marcada por el prebendarismo, reflejan un modelo político obsoleto que impide una verdadera transformación.

Ineficiencia

Agrega que la combinación de una institucionalidad ineficiente y una desigualdad social persistente ha generado un sistema segmentado, donde los centros económicos, sociales y políticos se distancian de las regiones más rezagadas. En este contexto, la falta de políticas educativas efectivas profundiza las brechas y deja a amplios sectores de la población sin acceso a oportunidades equitativas.

La combinación de una institucionalidad ineficiente y una persistente desigualdad social ha generado un sistema educativo segmentado en Paraguay, donde los centros económicos, sociales y políticos se alejan de las regiones más rezagadas. La falta de políticas educativas efectivas profundiza las brechas y limita el acceso equitativo a oportunidades.

Para Ortiz actualmente, ningún establecimiento público alcanza estándares académicos internacionales. La calidad educativa está más relacionada con factores económicos y políticos que pedagógicos, lo que evidencia una democratización deficiente del sistema. Para revertir esta situación, es clave la profesionalización docente, la dignificación salarial y la desvinculación partidaria del sector educativo, con el fin de eliminar el clientelismo que afecta la enseñanza y la democracia.

“Es por ello que la meritocracia es un arma de doble filo en sociedades desiguales como Paraguay, porque lejos de constituir un mecanismo igualador es, por el peso de la herencia económica y cultural, un potente dispositivo diferenciador social y económicamente”, señaló.

Existe un desfasaje entre la educación escolar y la superior: mientras la educación básica es profundamente desigual, la oferta universitaria pública más calificada es aprovechada mayormente por sectores acomodados que pueden costear una formación previa de calidad. En cambio, los estudiantes de sectores desfavorecidos recurren a opciones cuestionables y costosas, con salidas laborales inciertas. Este desajuste evidencia cómo la concentración económica y la desigualdad social perpetúan diferencias en una sociedad que debería garantizar igualdad de oportunidades. “Sólo por la vía de una política pública de equidad, con estrategias de formalización laboral, con programas compensatorios de promoción y de protección social, es posible traducir la masificación educativa desde los años noventa en oportunidad para todos, no sólo para los “herederos” declaró.

Finalmente señaló que el sistema educativo debe concebirse como un todo articulado, integrando educación escolar y superior bajo una política pública equitativa. La reorganización del sistema, con financiamiento adecuado y estrategias de inclusión laboral y social, permitiría convertir la masificación educativa en una verdadera oportunidad para todos. Además, es fundamental promover otras vías de formación, como la educación técnica y la formación dual, para potenciar el desarrollo del país sin reforzar desigualdades meritocráticas.