La crisis política no pasa factura a la economía española

En un momento inédito de la política, con el presidente Sánchez anunciando una pausa de cinco días en sus funciones, y en medio de un clima de crispación social y partidista, la economía española muestra una fortaleza sólida que parece inmune a la inestabilidad.
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Los positivos datos económicos que sitúan a España como el país de la Unión Europea con mayor crecimiento se están instrumentalizando en el debate político como un arma arrojadiza entre el Gobierno y la oposición. Las cifras avalan a quienes, como el presidente Sánchez, esgrimen la economía como el ejemplo más evidente del éxito de su gestión, aunque también muestra puntos débiles – la inflación y la deuda pública- que sirven al principal partido de la oposición para denunciar el divorcio existente entre la macroeconomía y la economía doméstica de los españoles.

La inflación ha repuntado en abril hasta el 3’3 % en tasa interanual, un nivel que muchos países considerarían envidiable pero que en el contexto de Europa es superior al objetivo común del 2%. Los últimos tres años – efecto de la pandemia y de la guerra en Ucrania – han arrastrado un excesivo encarecimiento de los precios y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de millones de familias.

El debate económico se sitúa por tanto en la capacidad para trasladar la buena salud económica, en términos de crecimiento, déficit y empleo, a la economía real. La estadística confirma un estancamiento de la renta percápita de los españoles, en niveles similares a los de hace 17 años y un 14% inferior a la media de la Unión Europea. Es este punto, el de la escasa correlación entre la estadística macro y el bolsillo de los ciudadanos, el que más agita el debate político con el mensaje implícito del aumento de la desigualdad en una sociedad tradicionalmente equitativa y con una mayoritaria clase media.

Los datos empresariales, especialmente de las grandes multinacionales de capital español, también confirman crecimientos importantes de sus resultados. Los bancos, las compañías energéticas y las empresas tecnológicas son los motores de la expansión empresarial. El último exponente de que las rentabilidades alcanzan niveles históricos ha sido el BBVA, el segundo mayor grupo financiero español. En el primer trimestre de 2024 ganó us$ 2.300 millones, casi un 20% más que en el mismo periodo del año anterior. Se prevé una mejora de proporciones similares de su competidor más directo, el Banco Santander, que publicará sus resultados trimestrales en los próximos días.

El Ibex35, el indicador bursátil, acumula un rendimiento positivo del 10% en estos primeros cuatro meses de 2024, consolidando la tasa de los 11.000 puntos y con expectativas positivas para el conjunto del ejercicio en un contexto de tipos de interés a la baja.

En este panorama de bonanza económica y financiera, la situación política se ha convertido en un factor potencialmente desestabilizador, aunque sus efectos de momento han sido casi inexistentes. A diferencia del paralelismo entre política y economía que ha marcado la realidad española en las últimas décadas, parecería que en este momento la economía opera con autonomía del escenario político y con suficiente solvencia como para sortear una inestabilidad que comienza a ser crónica. Hay precedentes en la zona euro de inestabilidad política permanente sin repercusión económica evidente. El caso más notable es Italia, anclada desde hace décadas en la llamada partidocracia y que ha mantenido su condición de la tercera economía europea tras Alemania y Francia. España ocupa una cuarta posición en pugna con Italia, y ya hay quien advierte del proceso de italianización de la realidad española.