Marelli Holdings Co. Ltd., uno de los nombres más reconocidos en la industria automotriz global, ha solicitado protección por bancarrota en Estados Unidos bajo el Capítulo 11 de la Ley de Quiebras. Esta decisión marca un giro crucial en la historia de la compañía, que buscará reorganizarse financieramente para evitar la liquidación definitiva.
El Capítulo 11 ofrece una oportunidad para que empresas endeudadas puedan renegociar sus compromisos y continuar operando, siempre bajo la supervisión del tribunal y con la aprobación de los acreedores. En el caso de Marelli, se trata de un intento por salvar un negocio que, durante años, fue pieza clave en el desarrollo de soluciones electrónicas y tecnológicas para fabricantes de vehículos en todo el mundo.
La noticia ha generado un fuerte impacto en el sector, especialmente entre grandes automotrices como Toyota, Honda y Volkswagen, que dependían de los sistemas de iluminación, módulos de propulsión y otras piezas avanzadas que proveía Marelli. La incertidumbre sobre la continuidad de esas cadenas de suministro añade presión a una industria que ya lidia con desafíos logísticos y tecnológicos.
Estrés financiero y rezago tecnológico
Entre las causas que llevaron a Marelli a esta situación se destacan el crecimiento sostenido de su deuda, una respuesta tardía ante las transformaciones tecnológicas del mercado, como la electrificación y la conducción autónoma, y las dificultades para mantener operaciones eficientes en medio de la crisis de suministros pospandemia.
La empresa también sufrió el impacto de la escasez mundial de semiconductores, el aumento en los precios de materias primas y serias interrupciones logísticas. Todo ello afectó su capacidad de producción, mermó la confianza de sus clientes y terminó agravando aún más su delicada situación financiera.
A pesar de los esfuerzos por recuperar su estabilidad mediante ajustes comerciales y estratégicos en los últimos años, la presión terminó siendo insostenible: Marelli se enfrenta ahora a un futuro incierto.